Primera parte del trabajo presentado al profesor JUAN SURIANO para la aprobación del seminario «El caso alemán en la modernidad» correspondiente a la Especialización en Historia Contemporánea, Universidad Nacional del Comahue, 2002.
De alguna manera, Weimar “fue Alemania” . Pero…¿Qué era, … o qué es Weimar? En palabras de la escritora germano oriental Anna Seghers, Weimar representa “el mejor y el peor lugar de la historia de Alemania”. Sin duda, “el mejor lugar” alude no solamente a un inmejorable lugar geográfico, en el centro de Turingia, “el corazón verde de Alemania”, casi en el centro de Europa, sino también a su capital histórico arquitectónico: castillos medievales, palacios renacentistas, iglesias de estilo gótico, museos, sedes de órdenes de caballería, residencias de personalidades célebres. No menos importante ha sido su historia económica: una tradición de 400 años en la industria del tejido, fábricas de maquinaria industrial y empresas metalúrgicas. Aunque quizás la mayor riqueza esté representada en su capital cultural; Weimar ha visto los cuadros de Cranach antes que ninguna otra ciudad; en 1522 escuchó los importantes sermones de Martín Lutero sobre la autoridad secular y la obediencia que le es debida; a fines del Siglo XVIII presenció las obras dramáticas de Friedrich Schiller; escuchó la música de Franz Lizt a mediados del Siglo XIX; a fines del mismo pudo contar con la presencia de Friedrich Nietzsche; en 1919, el arquitecto Walter Gropius crea “la Bauhaus”, escuela de arquitectura y de artes aplicadas, que congregó a grandes figuras.
Sin ninguna duda la figura central de Weimar es Johann Wolfgang von Goethe, a quien se le reconoce haber contribuido decisivamente a la fama y al protagonismo de esta ciudad en la historia del pensamiento. Gracias al inmortal poeta, Weimar se convirtió en símbolo del clasicismo alemán.
En 1993 la Unión Europea declaró a Weimar capital europea de la cultura para el año 1999 por dos razones: porque se cumplía el 250 aniversario del nacimiento de Goethe y porque se cumplían 80 años desde que la Asamblea Nacional de 1919, que se celebró en esta ciudad, aprobó la primera constitución democrática de Alemania, dando su nombre a la “República de Weimar”.
Éstos son sólo algunos de los datos que hacen de Weimar una ciudad fuera de lo común y además, una ciudad romántica. Es una ciudad romántica por sus componentes medievales, clásicos, y por la labor que en ella hicieron tantos cultores del romanticismo. Bernd Kauffmann, intendente y apoderado de los eventos de 1999 preguntaba retóricamente qué hubiera sucedido con Weimar si Goethe se hubiera quedado en Francfort, y añadía: “Sin duda no se hubiera convertido en un mito y probablemente tampoco habría sido escenario de tantas grandes realizaciones y a la vez de tanta infamia. Weimar habría seguido siendo una de tantas cortes principescas alemanas”.
La infamia de la que habla Kauffman, “lo peor de Alemania” según Seghers, se refieren al campo de concentración Buchenwald, construido por los nazis a las puertas de la ciudad en 1937, testimonio de un siniestro capítulo de la historia de Weimar y de Alemania toda. ¿Cómo pudieron los “hijos de Goethe” compatibilizar posturas tan extremas?
En el presente trabajo se ha pretendido un acercamiento a este interrogante consultando distintas fuentes bibliográficas. Naturalmente, es redundante señalar el enorme campo de posibilidades investigativas que se abre ante cualquier interesado en el tema. Por esta causa, se ha decidido organizar la información reunida en dos partes que se relacionan con dos grandes campos: el político y el filosófico. También es redundante señalar las mutuas implicancias entre ambos; pero se ha estructurado de esta forma solamente en función del cumplimiento con la aprobación del nivel académico en cuestión.
Una Revolución Industrial desigual
Intentar determinar cómo los “hijos de Goethe” pudieron compatibilizar posturas tan extremas ha preocupado a los investigadores de los distintos campos del conocimiento, generando una nutrida bibliografía.
“Parece necesario, para comprender mejor este período (se refiere a 1919-1945), hacer una breve referencia retrospectiva a la primera revolución industrial, que comenzó en Gran Bretaña a fines del S.XVIII, casi a la vez que la gran revolución política en Francia. La revolución industrial nos acostumbró a la concentración de la industria en fábricas de gran escala, y la revolución francesa propagó las ideas de libertad , igualdad e independencia nacional. Aunque se produjeron simultáneamente, en conjunto las dos presentan una paradoja curiosa. La Europa situada al este del Elba había estado siempre retrasada respecto a la occidental desde el descubrimiento de América” (1)
Elizabeth Wiskermann comienza su análisis en La Europa de los dicatadores 1919 – 1945 partiendo de las diferentes formas de concreción de los principios de ambas revoluciones según el lugar geográfico que se considere. La Europa occidental protagonizaba un enérgico desarrollo industrial y se disponía a fijar sus fronteras, formar gobiernos republicanos; mientras tanto, la Europa oriental era una zona subdesarrollada, incapaz de realizar un despegue económico, en la que aún se necesitaba una reforma agraria, y donde aún había que resolver graves problemas de límites entre naciones y de nacionalidad para la población.
En la estructura europea, Alemania era el gozne entre el este y el oeste.Estudiando el problema político y económico de Alemania, Tom Kemp señala que en Alemania, como en todas partes, la industrialización había sido un proceso desigual, con marcadas diferencias, que se acentuaban cada vez más, entre el sector moderno y el que no había logrado modernizarse. A esta situación contribuyó una estructura política que conservó su carácter autocrático y conservadurista. Según Kemp, la razón fundamental fue el fracaso de la clase media liberal en 1848 que no supo establecer un estado constitucional unificado. Las antiguas fuerzas tradicionales tomaron el control con ayuda del poder militar, Prusia reclamó con Bismarck la hegemonía política y la impuso a expensas de Austria sobre el campo de batalla. El nuevo imperio alemán pasó a ser el estado más poderoso del continente europeo, autocrático, regido por la dinastía Hohenzollern, que se apoyaba en la nobleza terrateniente del este. “Incorporó las tradiciones burocráticas y militaristas de la antigua Prusia, y las fuerzas conservadoras gozaron de un nuevo período de vida gracias a la forma en que había tenido lugar la unificación”. (2)
Desde mediados del S XIX el desarrollo económico había hecho aparecer en Alemania una nueva clase media, cuyos objetivos se centraban en el éxito material y en la sumisión a las fuerzas del poder más que al interés por la revolución de 1848. Su nacionalismo superaba a su liberalismo; muchos de sus miembros cooperaban con los conservadores dinásticos y aceptaron el régimen militarista y antiliberal. Esta estructura política arcaica, con una sociedad dominada por una clase superior agraria ligada a los valores preindustriales, se combinaba con una industria adelantada y en rápido crecimiento.
(1)Wiskermann, E. La Europa de los dictadores (1919-1945)México, S.XXI Editores, 1983, Pg 2 de “Características generales del período 1919-1945”
(2)Kemp,T.,La revolución industrial en la Europa del S.XIX, Confrontación, Barcelona, 1974. Pg. 141.
. Dice Kemp, “Si la burguesía participaba muy poco en la determinación de la política y no se limitaba a aceptar una situación de inferioridad social, sino que aceptaba además la ideología de la nobleza terrateniente, acumuló por lo menos riquezas a una escala sin precedentes e identificó sus intereses con los del Reich”. ( 3 )
En 1919 Alemania era una nación famosa por su rápido y eficaz ascenso a todos los tipos de poder con la consecuente convicción y arrogancia que este poder otorga, pero en este momento había sido abandonada por sus dinastías y el principal de sus jefes militares, Ludendorff, había huido a Suecia, disfrazado. Por esta causa es imposible describir la confusión que reinaba después de finalizada la guerra. “Todos los supuestos de la vida nacional fueron negados por la derrota, el hambre, el desorden, la acusación de la culpabilidad en la guerra y la pérdida de las colonias”. Todos los problemas nacionales eran culpa de la derrota. Por otra parte, el peligro de la influencia de la revolución rusa se expandía desde el este: había que evitar una avanzada comunista. (4 )
Una República improvisada
El 6 de enero de 1919 se elige una Asamblea Nacional en Weimar para redactar una constitución que garantizara las libertades personales básicas, el sufragio universal masculino y femenino y la representación proporcional. Se produce entonces, una proliferación de partidos políticos. Los socialdemócratas, a quienes Wiskermann señala como los mejores organizados, con la ayuda de algunos católicos y demócratas liberales, así como de los sindicatos, se vieron obligados a organizar una nueva república alemana, dado que ningún otro partido había querido hacerse cargo del gobierno. Con la nueva constitución quedaba abolido el sistema electoral prusiano basado en el reconocimiento de tres clases de electores, además se atenuó la confusión entre Reich y gobierno prusiano con la creación de dos ministerios distintos: uno para el Reich y otro para Prusia. No obstante, el hecho de que siguiera existiendo la Prusia de Bismark como uno de los Länder (países alemanes) y una unidad administrativa con centro en Berlín, seguía manteniendo la confusión potencial entre Prusia y el Reich, y además, seguía siendo diferente y mucho más poderosa que Baviera, la mayor de sus rivales.
Otra decisión importante de las que se tomaron en Weimar fue seguir llamando “Reich” al presidente de la República. Se acordó que fuera elegido por el pueblo. Él debía elegir al canciller y ser el comandante en jefe del ejército. El artículo 48 le otorgaba poderes absolutos con la aprobación del canciller, y fue después de la muerte de Friedrich Ebert, acaecida en 1925, que se pudo apreciar los peligros que esta concesión implicaba.
La República de Weimar impuso nuevamente la bandera de colores negro, rojo y gualda, que había sido enarbolada en 1848 en la Asamblea Nacional Alemana de Francfort del Meno, en un primer intento de erigir un gobierno democrático y autónomo. La Asamblea adoptó aquella bandera; no obstante, decidió conservar la antigua bandera imperial, negra, blanca y roja para la marina mercante, aunque con los colores republicanos insertos en un ángulo. (5)
(3) Obra citada (Kemp) pg. 141.
(4) Obra citada (Wiskermann) pg. 36 y ss.
(5) Ob. Cit. Pg. 38 y ss.
Los tratados de paz
R.A.C. PARKER en su libro El siglo XX. Europa 1918-1945 (1978) dice “Los ciudadanos y los políticos de los principale países que lucharon en la primera guerra mundial, excepto los italianos y los japoneses (quienes albergaban intenciones expansionistas), creían firmemente que estaban comprometidos en una lucha defensiva”. Rusia se defendìa de Alemania, Alemania se defendìa de un complot eslavo fraguado en San Petesburgo con apoyo de Francia e Inglaterra, Inglaterra se defendía de Alemania, el Imperio Austrohúngaro pretendía salvar la monarquía y Estados Unidos defendía el derecho internacional y la moralidad pública. Sin desconocer que estas potencias albergaban ambiciosos designios, una vez comenzada la guerra, todas suponían que su propio país había entrado en el conflicto por estrictas razones de autodefensa. Así, los pueblos y los estadistas de las grandes potencias estaban convencidos de que los responsables de la guerra eran otros. Para los aliados, Alemania era la culpable: su revolución industrial había generado un poderío notable y a esto se sumaba su valor militar. Toda esta situación quedó plasmada en Versalles, generando el resentimiento alemán, resentimiento que llenó de sorpresa a los delegados de las naciones vencedoras, quienes daban por sentado que Alemania compartía la teoría acerca de su propia responsabilidad en la guerra, y reforzó la postura de rechazar la protesta de los representantes alemanes. Parker cita las palabras del presidente Wilson en mayo de 1919: “Todavía hoy insisten en que no fueron ellos quienes causaron la guerra. Esta actitud es increíble”. Por esta causa, lo que para los aliados significaba la paz, para Alemania representaba una inicua opresión. Se le había prometido a Alemania que la paz sería justa, pero había distintas concepciones de lo que era justo. ( 6 )
¿Qué era “lo justo” para Alemania? Cualquier reducción en un tratamiento igualitario era considerada una injusticia. Para quienes hicieron la paz, un culpable, un criminal, no podía ser tratado de la misma forma que la víctima. Y la naturaleza del Tratado de Versalles, el más importante de la paz de París, no puede ser entendida a menos que se acepte que los que firmaban la paz consideraban que Alemania había sido agresiva y traidora.
Por otra parte, los aliados tenían que resolver un gran problema: ¿qué hacer con Alemania?. Mientras el Imperio Austrohúngaro con la monarquía de los Habsburgo había pácticamente desaparecido, el tratado con Bulgaria sólo podía tener repercusiones locales, el Imperio Otomano se había desmembrado, Alemania a principios de 1919 estaba potencialmente intacta en lo económico y en lo militar; incluso su fuerza potencial relativa parecía mayor que en 1914, ya que Rusia se hallaba desgarrada por su guerra civil. Había que cercenar cualquier posibilidad de una nueva guerra como resultado de posibles divergencias entre Alemania y los demás estados europeos. Para esto, se propusieron dos soluciones: el debilitar a Alemania o hacer que muchos alemanes se sintieran satisfechos con la configuración del nuevo mapa europeo, de tal modo que fuera imposible para futuros dirigentes proponer un nuevo conflicto bélico. El tratado fue un compromiso intermedio entre estas dos soluciones y esta fue la causa de su fracaso.
El tratado con Alemania fue la obra de Clemenceau, Llyd George y Wilson; Orlando, un italiano, tuvo poca participación. La representación alemana se tomo en cuenta luego de haberse elaborado un proyecto ya acabado el cual se presentó a los delegados. Era conocido el interés de Francia por debilitar a Alemania. No obstante, las opiniones estaban divididas:
(6) Parker, R.A.C. El siglo XX. Europa, 1918 – 1945, México, Siglo XXI, 1978. Capítulo 1 “La paz con Alemania” Pgs. 1 a 21. Esta cita, Pg. 1 y ss..
Inglaterra consideraba que desmantelar a Alemania significaba el riesgo de que cayera en brazos del comunismo. Finalmente, Alemania quedó con un gran desagrado por la cuestión del trazado de las fronteras: no sería nunca aceptada por la opinión pública alemana. Debió ceder sus dominios ultramarinos a favor de un sistema de mandatos fiscalizado por la Sociedad de Naciones. Se obligó a Alemania a limitar su ejército, a reducir su armada y se le prohibió contar con una fuerza aérea. El tratado alemán dejó una Alemania potencialmente fuerte y llena de resentimientos.
Martín Kitchen, en el Capítulo 1: “Los tratados de paz” del libro El período de entreguerras en Europa señala que apenas se acababan de firmar los tratados tuvieron críticas tanto internas como externas. El ataque más influyente, aunque partidista, estuvo dado por J.M.Keynes en su libro Las consecuencias económicas de la paz. Keynes criticó duramente a los representantes aliados que se habían reunido durante seis meses sin atender los temas realmente importantes como el restablecimiento económico y las finanzas y se concentraron en el acuerdo político y territorial. Los alemanes afirmaban que habían sido engañados a la hora de aceptar un armisticio, pero en realidad, el gobierno alemán esperaba una paz dura y no se hacía ilusiones con respecto a las consideraciones de sus oponentes. Internamente estaban quienes deseaban emplear la crisis para desacreditar a los partidos políticos que tenían mayoría en el Reichstag y al sistema completo de la democracia. Estos esperaban una paz excepcionalmente dura para que se produjera una reacción en contra de la República que los había sumido en la humillación y la vergüenza en noviembre de 1918. Cuatro años de violencia sin precedentes culminaban con los tratados de paz, y esto era motivo más que suficiente para agitar las pasiones de todos los sectores. Los enardecidos electores de las democracias parlamentarias de las tres potencias principales de la Entente exigían que se exprimiera a Alemania hasta la última gota. Esta opinión pública agresiva había sido mal informada por años de propaganda de guerra en la prensa popular. ( 7 )
“Detrás de todos los problemas del acuerdo de paz estaba la incapacidad de comprender que las certidumbres anteriores a la guerra habían sido destruidas. Los hombres de Estado reunidos en París no eran miopes ni estúpidos. Una civilización se había undido a su alrededor a tal velocidad que estaban aturdidos y no podían comprender lo que les estaba pasando. La era del liberalismo se había acabado y el futuro iba a ser heredado por los dictadores: hombres resueltos y pobres de espíritu cuyo total desprecio por los valores liberales era tal que los hombres de Estado con una mentalidad más tradicional se quedaban absolutamente desconcertados” (8) El principal objetivo era la paz, pero resultaba paradógico el empleo de la violencia para asegurar el imperio de la justicia. Lo cierto era que cada estado tenía sus propios conflictos y sus propios intereses, pero cada Estado estaba decidido a preservar su soberanía y a ocultar de la mirada internacional sus propias injusticias y violaciones de los principios que proclamaban sin acatar.
Kitchen señala la incapacidad de los aliados para encarar una política común ya fuera sobre el carácter de los acuerdos de paz o sobre los medios para llevarlo a cabo. En cambio, Alemania quedó potencialmente como el Estado más fuerte, con diferencia, de toda Europa.
(7) Kitchen, Martín, “Los Tratados de Paz” en El período de entreguerras en Europa, Madrid, Alianza, 1992, Capítulo 1, Pgs. 13 a 35.
(8) Obra citada, pág.
Desde el inicio de Weimar se dispuso a que el acuerdo fuera destruido y además a que el mapa de Europa se volviera a dibujar de manera que Alemania fuera aún más poderosa de lo que lo había sido en 1914. “En ningún momento las reparaciones fueron la carga sádica e intolerable de la que se quejaban los alemanes con tanto estrépito, y tras 1921 fueron reducidas de tal forma que ya no constituyeron un grave impedimento para el crecimiento económico. Alemania tenía la capacidad de pago, pero ciertamente no tenía deseos de hacer los sacrificios”( 9 ). Finalmente, los acuerdos no resultaron eficaces para garantizar la paz.
El problema económico
Entre 1919 y 1939, Alemania fue el único país avanzado que cayó en manos de un dictador. Si se intenta explicar este hecho por el aspecto económico se debe mencionar la inflación de 1923 y la depresión de 1930 –1933 y sus consecuencias políticas y sociales.
Karl Hardach, en su artículo “La economía durante la época de Weimar” estudia este tema a fondo. El caos económico fue provocado por la pérdida del valor del dinero y por las fuertes reparaciones de guerra. Alemania perdió el 13% de su territorio de preguerra, una décima parte de su población, un 15% de los campos de labor, y su producción de hierro, acero y carbón se vio reducida prácticamente a la mitad. Como consecuencia, debió importar alimentos y materias primas. La falta de recaudación en materia de impuestos, los grandes desembolsos provocados por las reparaciones de guerra, la amortización de créditos, las indemnizaciones y el auxilio a las víctimas de la guerra y otros muchos gastos sociales, ponían en jaque las posibilidades del estado. Por otra parte, las tareas a corto plazo para la reparación de daños civiles, la reconstrucción de zonas destruidas y la financiación de la desmovilización del ejército planteaba tantas dificultades como la financiación de la guerra, y constituían, sobre todo, un problema social. Hubo que recurrir al Reichsbank para financiar los déficit presupuestarios. Entre 1920 y 1924 el gobierno cubrió las dos terceras partes de sus gastos recurriendo a un incremento inflacionista de la deuda flotante. Todo esto, además del déficit en la balanza de pagos, condujo a una pérdida del valor de la cotización del marco lo que contribuyó a encarecer las importaciones y a elevar los costos de producción. Se produjo un encarecimiento del costo de vida que desembocó en la inflación más grave de la historia: el marco llegó a tener la billonésima parte del valor que poseía antes de la guerra.( 10 )
Parker considera que la inflación de 1923 provocó una redistribución de la riqueza: supuso un beneficio para los propietarios de bienes de producción; los más afectados, los asalariados, generaron sucesivas huelgas para tratar de mantener el nivel de sus salarios, los cuales se encontraban por debajo del valor que habían tenido en 1913; quienes habían prestado dinero a interés fijo quedaron en la miseria, en cambio, quienes habían tomado préstamos pudieron enriquecerse y los exportadores y los especuladores hicieron grandes fortunas. En general, se trasfirieron bienes desde el sector de la pequeña burguesía, cauto, prudente y ahorrativo, a los industriales, hombres de negocios, especuladores, y aventureros.(11)
Dice Hardach, “Las consecuencias sociales de estos años nefastos, cuyo origen se remontaba en última instancia al espíritu que presidió Versalles, tan escasamente compatible con una paz operativa, fueron todavía más graves que los desórdenes económicos.
(9) Obra citada (Kitchen) pg. 13 a 35.
(10) Hardach, Karl, “La economía durante la época de Weimar” en Revista Debats N° 22, Pgs. 29 a 40.
(11) Obra citada Parker, Capítulo ll “Alemania de 1919 a 1939” Pgs. 240 a 270. Esta cita , Pg. 240
La clase media se arruinó en parte, mientras que los acaparadores, especuladores y los creadores de gigantescos complejos industriales conseguían amasar enormes fortunas. El efecto psicológico que produjo en el común de los ciudadanos fue enorme: lo único de lo que se podía estar seguro era de que todo era inseguro”. (12 )
En noviembre de 1923 fue fijada la cotización de una nueva moneda, el Rentenmark, sostenida por todo el suelo cultivado y la estructura industrial alemana. El Rentenmark lograba restablecer la paridad con el dólar. Por otra parte, las reparaciones de guerra serían negociadas dentro del marco del plan Dawes. Se decidió otorgar a Alemania una moratoria y se acordaron sumas fijas y sumas proporcionales al crecimiento económico previsto. Entre 1924 y 1929 se vive una fase intermedia de relativa estabilidad. No obstante, en 1926 se vivió una grave crisis en la industria que acarreó inflación y un desempleo considerable.
Durante la guerra, Alemania había estado alejada de los avances científicos y tecnológicos que se estaban produciendo en el extranjero, principalmente en Estados Unidos. A causa de la inflación, pocas empresan habían podido mantener el nivel de actualización. A lo largo de este período de relativo bienestar, pudo obtener de los Estados Unidos conocimientos técnicos y empresariales que resultaron en la sustitución de trabajo manual relativamente barato por máquinas nuevas y costosas. Nadie sospechó que un exceso de modernización podía llegar a representar un problema serio. Además, había que disponer de un excedente de exportaciones con el que hacer frente a las reparaciones de guerra. Para 1929, la balanza comercial alemana había recobrado el equilibrio. Alemania había recuperado su papel de líder sobre todo en la industria química, electrotécnica, mecánica de precisión y óptica. Se suma a esto la recuperación del saldo activo de su balanza de servicios y la reconstrucción y modernización de la flota de altura.(13 )
El crecimiento de las exportaciones alemanas se debía al “arte de abaratar costos y elevar los precios” como resultado de la concentración de la producción industrial en manos de unas pocas grandes empresas, eliminándose así la competencia. Si bien subieron los precios, el nivel de vida mejoró. Fue el Estado el que participó activamernte en la construcción de viviendas, escuelas, hospitales, parques, teatros y bibliotecas, construidas de acuerdo con las normas arquitectónicas de la Bauhaus, que luego