Aridez que no es hostil,
inmensa amplitud en libertad.
La Patagonia bosteza
y se sacude la modorra de la noche,
la noche fría, del desierto interminable,
que invita a guarecerse en lo interior.
El sol entibia la meseta
cubierta con un tapiz de yuyos
de colores quebrados con gris.
Verdes claros con gris,
verdes brillantes con gris,
verdes oscuros con gris. Verdes grisáceos.
En el fondo, las bardas de grises colores.
Violeta quebrado con gris o violáceo,
con manchas rojizas y claras.
Amarillos con gris.
El sol y el gris se abrazan
y todo se agarra a la tierra.
Al poniente, el monte arrogante,
porfiado, se cubre de nieve.
(Madrugada de invierno de 2006, viajando a Cutral Có y Zapala
en «El Petróleo», cooperativa obrera de transporte. Se desarrollaba el programa «La música de todos» de la Secretaría de Cultura de la Nación)