El romance de Neuquén. Gregorio Álvarez. A Neuquén en su cincuentenario: 1904 – 1954

Si de identificar el espacio geográfico en la literatura de Neuquén se trata, quizás éste ha sido el escritor que más aportó en esa dirección. Tanto en su obra literaria como en sus textos académicos y periodísticos, ya sea por los estudios sobre geografía, historia, antropología, toponimia y principalmente, la medicina, basada en un recurso de la naturaleza como son las algas de Aguascalientes y el Domuyo, con las que realizó importantísimos aportes a la dermatología y otras disciplinas. Cada uno de sus libros fue fruto de sus estudios, abonados por el amor hacia su tierra natal y su profundo sentido humanístico.

En 1954 el Goyo escribe “El romance de Neuquén” y lo dedica “a Neuquén, en su cincuentenario 1904-1954”. Una secuencia importante de estrofas de irregular extensión, en octosílabos, asonantes en los versos pares, como lo exige esa composición que elige para homenajear al territorio. En esa secuencia, el poeta describe un proceso que se inicia con la Neuquenia dormida hasta llegar al Neuquén que despierta en el suelo de la patria. Los testigos de ese proceso son los dos ríos, el Neuquén y el Limay, que van desandando sus marcadas huellas hasta juntarse en un vértice, y en ese tránsito pueden advertir, junto con las aves y las fieras del lugar, la llegada del monstruo de fuego, sobre dos líneas de acero, atravesando un puente de plata. El cóndor, alarmado por la algazara, decide atacarlo, y libra una lucha con la máquina hasta que el ave descubre la enseña azul y blanca al costado de ésta: la misma bandera que cobijara al General San Martín en su gesta libertadora. Así se relatan los hechos ocurridos el 12 de setiembre de 1904, cuando una comitiva llega de Buenos Aires para fundar la Capital en la histórica Confluencia. En las últimas cuatro estrofas, hay una descripción general de las características que presenta la ciudad cinco lustros después, para cerrar con un Neuquén “despierto en el suelo de la patria”.

A más de cien años del hecho que se festeja en el poema, y a más de cincuenta años que el autor lo entregara como homenaje en ese cincuentenario, no se puede dejar de reconocer la complejidad del universo estético que Gregorio Álvarez utiliza para dejar su mensaje. A propósito de esto, surgen una serie de reflexiones que nos permiten, según entiendo, profundizar en los textos y en los autores que dejaron huella en nuestra cultura. En el poema, ese 12 de setiembre de 1904, los protagonistas, los testigos más importantes de la capitalidad son los dos ríos, el tren y el cóndor. Los ríos han señalado el lugar en el que tendrá que ubicarse la capital, la ciudad a la que llega el tren, la máquina ante la que se allana el cóndor, guardián de los Andes.

Ese 12 de setiembre se funda la ciudad capital del territorio, pero llama mucho la atención la falta de referencias del autor a esa ciudad y más aún, a sus habitantes. Los únicos sujetos sociales que se mencionan son el Santo de la Espada y la Comitiva que llega de Buenos Aires a consolidar el hecho, dado que al ser territorio nacional aún, era dependiente de las autoridades nacionales. Si bien Gregorio Álvarez le pone todas sus fichas a la ciudad “La Capital del Neuquén, / la gran ciudad del mañana / … “, para el aquí y ahora de ese festejo, los elementos que aporta, -viñas, máquinas, vergeles, chacras, afán, labranza- se corresponden más con los alrededores de la ciudad, donde se ubicaron los inmigrantes que llegaron a concretar el modelo agroexportador en la región valletana.

En situación de trabajar hoy, en el pasado inmediato, en distintas aulas de la ciudad de Neuquén, he preguntado a los alumnos, la mayoría ya neuquinos y habitantes del lugar, qué es para ellos lo más representativo de esta ciudad. La respuesta que gana por lejos es “los ríos”, más el Limay que el Neuquén por una cuestión de accesibilidad desde la misma ciudad, pero en definitiva, los ríos. Así que no se equivocó nada Gregorio cuando puso a los ríos como principales protagonistas de la capitalidad; supo encontrar en el espacio geográfico el elemento aglutinante de la población de la ciudad de Neuquén. Si uno observa el planisferio físico y lee la historia, puede comprobar muy fácilmente que los ríos han sido elementos trascendentales en las culturas de las ciudades que riegan, y ese detalle no le pasó desapercibido al Goyo, como hombre de experiencia, culto, instruido, y como humanista preocupado por el destino del hombre. En definitiva, fueron los ríos los que permitieron los vergeles, los viñedos y las chacras que se instalaron en la región.

Así, el Romance de Neuquén nos muestra una ciudad utópica al servicio de la patria. Quizás el poeta sintió la necesidad de aportar a la construcción de un identitario neuquino con un elemento indiscutible como lo fueros los ríos en la Confluencia. Y lo hizo muy bien, pero para eso no pudo tomar elementos exclusivos de la ciudad. Porque en 1954, la ciudad tenía muchos más problemas que soluciones, muchas más carencias que recursos, muchas más falencias que aciertos. Era una ciudad dividida justamente por esas líneas de acero que acercara el progreso, las vías del ferrocarril separaban a la ciudad en el alto y el bajo y esa división clasificaba a la población en los del alto y los del bajo, favorable a los primeros y no tan favorable para los otros. Era una ciudad en la que los problemas de viviendas para los habitantes de menores recursos eran graves. Los problemas de salud eran graves, con altos índices de enfermos de hidatidosis, por solo nombrar uno de los peores flagelos. Gregorio Álvarez no podía ignorar todo esto, pero no podía dejar de poner toda su fe en la neuquenia, como él la llama, y en los neuquinos.

En este aspecto, el universo estético presentado por Álvarez, coincide con el que desarrolla Irma Cuña en “Neuquina”. Para Cuña es la barda, el cactus, la duna, el viento, y menciona al habitante originario como propio de una edad dorada, anterior, perdida. También para Álvarez, el río Neuquén “ … ha presentido / que nace una nueva patria, / tras la nubosa odisea / del ocaso de su raza”. Ambos eluden incluir a la ciudad en el universo estético de la poesía de Neuquén, y la poeta lo reconoce en su poema “El viento”: el yo lírico aborda de lleno el protagonismo de la palabra y la labor del poeta: “sentirse como el eco de todas las palabras que nunca se dijeron”. Y tendrían que pasar muchos años para que los escritores y poetas de Neuquén hablaran de la ciudad Capital, a la que el Goyo le dedicó el Romance en 1954.

El Romance de Neuquén

1

Dormida estaba Neuquenia
en un desierto de grava …

2

Allá a lo lejos reluce
brillante franja de plata
que se estira y que se encoje
al pie de las lomas pardas:
es el Neuquén, río amado
de las tribus pehuenchanas …
Viene salmodiando cantos
que son cantos de esperanza …
no hace mucho que ha dejado
de correr entre montañas,
y se ha tendido en los álveos
que le limitan las bardas.

3

¿Qué va buscando en su arrimo?
¿qué le incita? ¿qué le llama?
¿qué potencia inescrutable
o qué fuerza desatada
le va impulsando en la noche
hacia el dominio del Alba?

4

¡Hondos presagios le traen
los vientos bajo sus alas!
¡Hondos anhelos le mueven
Al acercarse a las pampas!
¡Es que acaso ha presentido
que nace una nueva patria
tras la nublosa odisea
del ocaso de su raza!

5

Desde los lagos sureños
orlando vegas doradas,
donde se alzaron los toldos
de las tribus huillichanas,
viene el Limay esparciendo
mil perfumes en el aura
de las flores y las frondas
que tapizan las montañas.

6

Deslizando entre basaltos
y cristales de obsidiana,
que en las cumbres avizoras
simulan torres macabras,
llega al sauzal silencioso
donde termina la barda,
donde le espera el Neuquén
para mezclarle sus aguas
y en el vértice auspicioso
dar abrigo a la esperanza …

7

Rodando en líneas de acero,
pasando un puente de plata,
avanza un monstruo de fuego
que devora la distancia
y se detiene jadeante
junto a las lomas rosadas,
donde el impulso ha cesado
porque han frenado sus ansias.

8

Ha llegado a la Confluencia,
término de su jornada;
ha llegado al nuevo linde
que es la tierra neuqueniana,
a plantar en sus orillas
la bandera de la patria.

9

En alas del viento puelche
va la nueva a la montaña,
y las aves y las fieras
la confirman espantadas;
llega al oído del cóndor
el desconcierto y alarma,
que le conmueve en su nido
allá en la cumbre nevada.

10

Inquieto ante la noticia
que causa tal algazara,
levanta el vuelo azorado,
hacia la gris lontananza,
y se dirije a las juntas
de las dos cintas de plata:
el Neuquén, furia rodante
desde la cumbre escarpada
y el Limay, dulce quimera,
y azul ensueño del alma …
¡Va a enfrentar a Huecuvú,
aquel demonio que abrasa
con sus alientos de fuego
el puro aire de las pampas! …

11

Contra el gigante de acero,
en picada se abalanza;
asciende y baja iracundo
sobre la rugiente máquina,
presto a clavarle los garfios
y desgarrar sus entrañas …

12

La máquina le repele
y en resoplidos le alcanza
entre turbonadas de humo
tupida lluvia de brasas,
y con sus lenguas de fuego
le quema las negras alas.

13

Difícil es la pelea,
pero el empeño no para;
y nada amengua la furia
en la desigual batalla …
Mas de pronto, advierte el cóndor
una enseña azul y blanca,
que a manera de trofeo
luce al lado de la máquina …
Los colores le recuerdan
la cruzada sobrehumana
que los Andes trasponiendo
la libertad propugnaba …
¡Era la misma bandera! …
¡La misma que en Uspallata,
hacia Chacabuco y Maipo
viera pasar desplegada! …
¡La misma con que la Gloria
cubre al Santo de la Espada! …

14

Conmovido ante el recuerdo,
bajó la testa inflamada …
se serenaron sus ojos,
se doblegaron sus alas …
¡y fue a posarse contrito
Sobre un peñón de la barda! …

15

Pensó que acaso los fines
que a la bandera llevaba,
fueran los mismos que otrora
en los Andes la alentara …
Y ya calmada su angustia,
reemprende el vuelo a sus playas
a su puerto de vigía
en la cumbre domuyana,
para aguardar anhelante,
que otro monstruo de igual traza
asome un día orillando
los flancos de sus montañas.

16

Era el doce de septiembre
día de intensa jornada,
que en mil novecientos cuatro
para la Historia se graba.
Llega desde Buenos Aires
la comitiva preclara,
y en la histórica Confluencia
la Capital fue fundada.

17

Ya diez lustros han pasado
de tesón y brega diaria,
y aquél villorrio es ahora
ciudad pujante y ufana,
que entre la loma y el río,
airosa extiende su planta
sobre la costa que besan
del Limay las dulces aguas.

18

Todo es febril dinamismo,
todo es afán y labranza,
todo es trabajo y estudio
que es su más noble prosapia.
Hoy de su triunfo es la muestra
el rechinar de sus máquinas,
el verdor de sus vergeles,
los perfumes de sus plantas,
los pámpanos de sus viñas
y los frutos de sus chacras.

19

¡La Capital del Neuquén,
la gran ciudad del mañana,
festeja el cincuentenario
con repiques de campanas
con música de clarines,
una emoción en cada alma,
y del mástil en el tope
la bandera azul y blanca!

20

¡Ya el Neuquén está despierto
en el suelo de la patria! …

Gregorio Álvarez