Cuando una se ha ganado la vida recorriendo renglones cubiertos de signos y sugiriendo cambios que permitan considerar que dichas expresiones son dignas de entrar a la cultura letrada -léase, corrigiendo errores de ortografía- se torna más comprensiva y condescendiente con esos pobres sujetos del aprendizaje a los que les toca lidiar con la complejidad de nuestro glorioso idioma español, y le tira flores al Nano Serrat, que tan bien lo ha señalado en ese himno que un día supo dedicarle a estos locos bajitos: «Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma …».
Es así, estimado/a/e? lector/a/e? Nada mejor que tomar conciencia de la complejidad que presenta nuestro idioma escrito, cuando tiene tan marcadas diferencias entre la oralidad y la escritura. Un manejo fluido y eficiente de la escritura es un privilegio de un número -a mi juicio- demasiado escaso de personas decididas a escribir, por lo que el sistema de la lengua escrita termina siendo excluyente de un sector demasiado amplio de los usuarios del idioma. Y no hay lugar a salvo, porque hasta los más avezados escritores o editores, no se pueden considerar libres de cometer «faltas de ortografía».
He vuelto, una vez más, a esta reflexión escribiendo un texto que se puede considerar un ensayo o argumentación sobre la historia argentina, del ’43 en adelante, tomando varios referentes teóricos para trabajar la información. En un momento dado, traslado a mi escrito un concepto de un libro de Editorial Santillana. Marca del corrector de word sobre la palabra «ingerencia»:
Dice Google: » Injerir significa: introducir una cosa en otra; ingerir significa: introducir por la boca comida, bebida o medicamentos. El término injerencia, escrito con j y no con g, es el adecuado para referirse a la acción de ‘entrometerse o inmiscuirse en asuntos ajenos’.30 may. 2013″.
No hay lugar a salvo. Nadie está libre de caer en las redes de las diferencias entre el alfabeto oral y el alfabeto escrito. Y sobre todo, reconozcamos que hemos aprendido a pulir nuestra propia ortografía en situaciones como ésta, y teniéndolos a ellos como principales protagonistas de los errores ortográficos.
Hasta la próxima
Sara