Tsunami

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                                                                                Génesis 9: » … Y acordarme he del pacto mío

                                                                                 que hay entre mí y vosotros y toda alma viviente

                                                                                  y toda carne; y no serán más las aguas por

                                                                                  diluvio para destruir toda carne. … »

TSUNAMI

Incrédulo, contempló una vez más la nueva ira de dios, mientras la promesa de siete colores ponía un bello marco de luces al desastre.

 

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14 de febrero, 2009

Para Damián, gracias hijo por el trabajo con la imagen.

El acceso

Los dos me miran, incrédulos. Claro, están asombrados de mi inusitada solidez. En un momento en que todos los materiales se descartan, se encogen, se adelgazan, se comprimen, para perder peso y ganar espacio, mi cuerpo sorprende a cualquiera. Tanto por el tamaño como por la forma. Soy alta, mucho más alta que la mayoría. Mi porte es esbelto, elegante, con esa gracia propia de la intrínseca nobleza. Soy ancha. Soy gruesa, robusta. Pero por sobre todas las cosas, soy bella. Mucho más bella que la mayoría. Mi rostro es tan delicado que puede hacer las delicias del pintor e inspirar a los poetas. Mis facciones exhiben el amor del artista y el del artesano. Mi piel, brillante y transparente, deja ver la corrección de mi contextura física. Todo esto me concede un aspecto de eternidad, de atemporalidad … algo así como que mi presencia está más allá de todos los tiempos, más allá del tiempo. Ahí vienen.
-¡Qué extraño! -dijo la muchacha, avanzando cautelosamente. ¡Qué puerta más pesada! -La tocó, al hablar, y se hizo más pesada de pronto, con un golpe.
-¡Dios mío! -dijo el hombre. Me parece que no tiene picaporte del lado de adentro. ¡Cómo, nos han encerrado a los dos!
-A los dos no. A uno solo -dijo la muchacha.
Pasó a través de la puerta y desapareció.

Persecución

Llega a casa y apaga la luz, se tiende, exhausto sobre la cama. La oscuridad es total; sin embargo, imitando al alba, la claridad exterior se filtra, tenue, silenciosa, por las cortinas leves y poco a poco las cosas van mostrando sus contornos. Esa extraordinaria y conocida percepción lumínica fue adormeciendo su vigilia, ayudada por el cansancio. Hasta que cruzó la línea, con sus pulmones a punto de reventar, la boca abierta en un esfuerzo desesperado de supervivencia, el ladrido de los perros castigando sus oídos y sus ojos, captando apenas esa luz tenue allá, a la distancia. Un esfuerzo más y llega. Llega a casa y apaga la luz.