En mi país, Argentina, que en su pampa húmeda cuenta con una enorme extensión de terreno en el que no hace falta regar cuando se siembra, tradicional proveedor de materias primas para los países industrializados, destacado integrante de las naciones en vías de desarrollo, honroso miembro del tercer mundo, poseedor de un humor inagotable, circula un chiste que conforma el amplio corpus de aquéllos que se agrupan por nacionalidades: los de gallegos, judíos, chilenos, árabes, etc. Dentro de estas categorías hay una estrictamente idiomática que se plantea:
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