Llega a casa y apaga la luz, se tiende, exhausto sobre la cama. La oscuridad es total; sin embargo, imitando al alba, la claridad exterior se filtra, tenue, silenciosa, por las cortinas leves y poco a poco las cosas van mostrando sus contornos. Esa extraordinaria y conocida percepción lumínica fue adormeciendo su vigilia, ayudada por el cansancio. Hasta que cruzó la línea, con sus pulmones a punto de reventar, la boca abierta en un esfuerzo desesperado de supervivencia, el ladrido de los perros castigando sus oídos y sus ojos, captando apenas esa luz tenue allá, a la distancia. Un esfuerzo más y llega. Llega a casa y apaga la luz.
Te envio de «regalito» un pequeño cuento…
Travesías
La había visto ya varias veces; cada vez que me sentaba en el escritorio y me ponía a escribir, aparecía, discreta, sin intención de hacerse ver.
Pasaron los meses y llegó la hora de empacar. Todo era un desorden desesperante, sin saber cómo elegir esos últimos objetos personales que me acompañarían en esta travesía. Fue un largo peregrinar.
Ya aterrizada, finalmente pude comenzar a poner cada cosa en su lugar…los espacios me parecían extraños, esa geografía no me resultaba familiar y eso me perturbaba demasiado.
Cuando acomodé todo, bueno, al menos cierto orden en los papeles, el ordenador pronto al desafío, ya casi dispuesta a comenzar con ese impulso vital de escribir, apareció… ¡No podía creerlo!
Mientras se acercaba al borde del escritorio sentí una emoción indescriptible. Me había acompañado en esta vuelta a mis raíces, estaba ahí, fiel a la cita cotidiana, siempre discreta y moviéndose como si conociera mejor que yo ese nuevo espacio común.
Bella, con pequeñas pintitas rojas en su lomo… no podía ser otra.
¿Quién podría creerme? ¿A quién podría contarle que habíamos atravesado juntas el Atlántico?
Con la garganta cerrada por la emoción del encuentro, recordé a mi abuela…“no las mates nunca”, decía, “¡te traerán suerte en tus aventuras!”
Decididamente tendré que ponerte un nombre.
¿Le gustará “Lula” a una arañita viajera?…
Alicia Jardel
En homenaje a Lula Parra (hija de Violeta Parra), fallecida en Bruselas en el 2007.
Gracias por este regalo, hermoso relato cuya intriga nos sostiene hasta el mismìsimo final. Violeta Parra es una de mis autoras favoritas. Tengo una amiga en Santiago que me ha enviado su autobiografía en décimas espinelas, en un libro y en un CD. No sé cuánto tuvo que andar para conseguirlo, porque no es material que precisamente abunde.
Si has entrado a mi categoría en décimas, seguro la has visto allí, con uno de los poemas más hermosos que ha escrito.
Te dejo un gran cariño, y mi deseo de que sigamos escribièndonos. Un abrazo, Sara