NEUQUÉN (Argentina), 29 de noviembre de 2008
Estimados lectores:
Que las familias y las relaciones familiares han experimentado notables cambios en … digamos, las últimas décadas, ya no es ninguna novedad. Y si hay un ámbito en el que esta realidad social se refleja con apabullante claridad es sin duda en la escuela, la cual tiene que hacer un gran esfuerzo de adaptabilidad para sobrellevar las más disímiles situaciones cotidianas y además, trabajar con los alumnos un concepto tan básico como es “la familia”.
No obstante, y a pesar de lo mucho que se ha logrado en el abordaje de estas nuevas formas -o mejor dicho, este nuevo blanqueo de formas antes no tan reconocidas públicamente- de organización social, aún persisten reglamentaciones que no guardan coherencia con esta postura actualizada que necesariamente se debería asumir. Me estoy refiriendo concretamente al reglamento que regula la inscripción de hermanos en el mes de noviembre (hace pocos días) al primer grado de la escuela primaria: sólo se da prioridad a los hermanos de sangre. Es preciso reconocer que no es sencillo para el equipo de conducción de cada establecimiento ser justos y ecuánimes en cada uno de los tantos casos que se presentan en tal momento, que por sus propias características se da en una fecha compleja en el desarrollo del ciclo lectivo.
Sin embargo, cuando uno se pregunta cuál es el espíritu de la reglamentación que permite anotar en un colegio en primer lugar a los hermanos de los alumnos, automáticamente surge la idea de que se piensa en la integración del grupo familiar con la escuela, también en una mejor organización para los padres que tienen que llevar y retirar a sus hijos, y las diferentes direcciones en un ámbito urbano en crecimiento dificultaría la tarea, al menos en la mayoría de los casos.
Por este motivo, y dada la transformación arriba mencionada que es imperioso reconocer en los modos de organización familiar, me parece anacrónico seguir operando en el marco de un concepto de familia que ya no es el exclusivamente imperante. Dentro de un hogar, dos personas conviven con hijos que tienen entre sí diferentes o ningún grado de parentesco sanguíneo. Aún así, estos padres tienen que salir a trabajar para sostener esa familia, de la misma manera que lo hace un modelo tradicional. Asimismo, la escuela necesita integrarse con ese grupo, y viceversa, del mismo modo.
Estoy absolutamente segura de que no está en la mentalidad de ningún director de escuela establecer diferencias en cuanto a la admisión de hermanos menores en el mes de noviembre, pero la reglamentación es clara: sólo se admiten hermanos de sangre.
Queridos lectores, hasta la próxima.
Sara Eliana
Noviembre de 2008, Neuquén, Argentina
Leo la carta no por primera vez porque ya la había leído pero no disponía dle tiempo para contestar todo lo que vino a mi cabeza cuando lo hice la primera vez. En realidad, creo que muchos estamentos institucionales tienen una deuda con las llamadas «familias ensambladas», ya que se han quedado en el tiempo y la realidad ha ido superando los mecanismos administrativos, lo cual da por tierra con los tan mentados derechos, sobre todo, de los niños, que tienen entre otros, derecho a un trato igualitario. Es penoso, por no decir vergonzoso, que se hagan este tipo de discriminaciones, que en definitiva generan en los padres también una difícil empresa: cómo decirle a nuestros hijos que somos iguales, que tenemos esos mismos derechos, que todos debemos obrar con dignidad, si no recibimos un trato digno en estas etapas? Los valores surgen de la familia, pero el EStado debe contribuir a su promoción a través de acciones específicas. Este es un claro ejemplo de que el Estado aún es inmaduro, pero lo más grave, es que su inmadurez le cobra altos costos a la familia argentina. Un abrazo Negrita.
Gracias Adri, por tu comentario. Es cierto que cualquier medida que toman los gobiernos, necesariamente, siempre va muy por detrás de la realidad que le toca vivir a la gente, eso lo sabemos todos, y se puede considerar algo lógico.
Sin embargo, este tema de las familias ensambladas no es para nada nuevo, ni siquiera es nuevo el hecho de que muchas familias ahora «blanquean» esa situación con mucha más sinceridad de lo que se hacía antes, cuando intentaban esconderse. Sin embargo, al menos en Neuquén, el lugar en el que vivo, no se han tomado medidas al respecto.
Éste es un caso que a mí me toca muy de cerca: uno de mis hijos no ha podido anotar al hijo de su pareja en la misma escuela a la que concurre su hija, «porque no son hermanos de sangre, ni siquiera, medio hermanos de sangre». Han sido inútiles las conversaciones y las explicaciones. A nadie se le escapa el trastorno que significa llevar a dos niños chicos (8 y 6 años) a diferentes escuelas en el mismo horario, a padres que tienen que trabajar para vivir.
Como quien mira de afuera, puedo decir que esos dos han hecho un gran trabajo en el camino de lograr que los niños se sientan integrados en una familia. Trabajo que no ha sido sencillo (como nunca lo es cualquier trabajo de ese tipo) y ha llevado tiempo y esfuerzo de toso, incluso de los padres que quedan fuera.
Voy a enviar esta carta nuevamente a los diarios, porque me cuesta creer que las autoridades no sean capaces de reflexionar y modificar las normativas.
Gracias una vez más, y un gran abrazo. Sara