Como la pluma en sus primeros días
se arrancó del plumaje de las aves,
hoy nos refiere los misterios graves
que vio como viajera de las cumbres
y le dice: Al astrónomo las vías
llenas de polvareda de topacio
que transitan los átomos celestes;
al físico, la hornaza de las lumbres
que en el etéreo espacio
tiemplan la fuerza universal, al viejo
observador, la vida de las frondas
en los bosques agrestes;
le pinta al soñador las tenues ondas
de azul, violeta y grana
en que navega el sol con su cortejo
cuando zarpa al cenit de la mañana;
y al cantor le perjudica en el oído
la música del nido.
Si su estirpe es de acero
refiere los misterios sepulcrales
de sus rudos abuelos, los metales,
cuando en el fondo del planeta hervía
en abrupto caldero,
y el oro derretido descendía
entre guijarros de diamante puro
a impulsar los dinamos del futuro.
La pluma es hoy el timbre en que se acuña
el oro de la mente,
la metálica uña
que arranca de los nervios vibraciones
la espina de tortura que en la frente
llevan los escritores abnegados
¡arpón para el tirano delincuente!
¡trépano de los cráneos obsecados!
Y puntero que indica las presiones
que ejercen en el alma las pasiones.
En la página blanca
es el cáliz sagrado que gotea
la negra sangre que el Misterio brota,
cuando el sabio le arranca
nuevas verdades de la entraña rota.
Es la aguja que labra
el pendón que magnífico flamea
en la cumbre radiosa de la idea,
la que teje en estrofas la palabra
y surce los harapos de verdades
que dejaron las viejas sociedades.
Es el pico del ave misteriosa
que alumbra con fosfórica pupila
la bóveda del cráneo,
o es electrodo de la roja pila
que prepara en la mente la radiosa
fulguración del genio subitáneo,
o aguja de Pravaz con que se inyecta
nuevo vigor la sociedad abyecta.
Buenos Aires, 1898.
La pluma es hoy el timbre en que se acuña
el oro de la mente
Potencia en el decir, imágenes. Un bello poema.