El acceso

Los dos me miran, incrédulos. Claro, están asombrados de mi inusitada solidez. En un momento en que todos los materiales se descartan, se encogen, se adelgazan, se comprimen, para perder peso y ganar espacio, mi cuerpo sorprende a cualquiera. Tanto por el tamaño como por la forma. Soy alta, mucho más alta que la mayoría. Mi porte es esbelto, elegante, con esa gracia propia de la intrínseca nobleza. Soy ancha. Soy gruesa, robusta. Pero por sobre todas las cosas, soy bella. Mucho más bella que la mayoría. Mi rostro es tan delicado que puede hacer las delicias del pintor e inspirar a los poetas. Mis facciones exhiben el amor del artista y el del artesano. Mi piel, brillante y transparente, deja ver la corrección de mi contextura física. Todo esto me concede un aspecto de eternidad, de atemporalidad … algo así como que mi presencia está más allá de todos los tiempos, más allá del tiempo. Ahí vienen.
-¡Qué extraño! -dijo la muchacha, avanzando cautelosamente. ¡Qué puerta más pesada! -La tocó, al hablar, y se hizo más pesada de pronto, con un golpe.
-¡Dios mío! -dijo el hombre. Me parece que no tiene picaporte del lado de adentro. ¡Cómo, nos han encerrado a los dos!
-A los dos no. A uno solo -dijo la muchacha.
Pasó a través de la puerta y desapareció.

2 comentarios en «El acceso»

  1. Me gusto, es eterea, es pesada, es alta y soberbia, mas no presuntuosa, y se adelagaza a ser invisible,
    Es asi como me gustan. Con delicada equisitez, virtual. Saludos

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