Ponencia presentada en el I Coloquio I.A.D.A, Universidad de La Plata, mayo de 2003.
RIQUELME, Sara Eliana
Facultad de Humanidades
Universidad Nacional del Comahue. Argentina
A mediados del Siglo XX, Manuel Mujica Láinez, Julio Cortázar y Jorge Luis Borges, entre otros, reflejan en la literatura una evaluación sobre la historia. En pleno gobierno peronista, estos autores hacen su lectura de la realidad y la dejan plasmada en sus obras. Por su parte, Gino Germani como historiador y sociólogo comienza a publicar su interpretación de los hechos en 1950, dando inicio a la línea tradicional u ortodoxa que estudiaba el surgimiento y la conformación del movimiento peronista; más de dos décadas después, una línea revisionista encabezada por Murmis y Portantiero cuestiona sus afirmaciones. Para esta fecha, una amplia serie de investigaciones de una u otra línea se suman a las ya mencionadas intentando alumbrar ese período conflictivo de la historia. El propósito de esta exposición es explorar el diálogo que la literatura ha sostenido con la historia: ambas voces son coincidentes pero muy alejadas en el tiempo. Este análisis se propone tomando una serie de estudios de diferentes historiadores intentando “escuchar” la voz literaria en medio del sonido de la voz de la historia.
La propuesta temática de este Primer Coloquio “En torno al diálogo: interacción, contexto y representación social”, generó una nueva perspectiva de análisis de la relación entre la representación social que conllevan las metáforas literarias y el contexto político-social de emergencia. Se ha pensado en el diálogo que sostie la “voz” de la literatura con la “voz” de la historia; voz que en cada caso encierra una compleja polifonía. El contexto espacio-temporal elegido es Argentina, mediados del Siglo XX.
La voz de la literatura se deja escuchar con una metáfora: Argentina es “la casa”. Una casa que para Manuel Mujica Láinez se edifica en la segunda mitad del Siglo XIX, con toda la suntuosidad europea de una familia de la aristocracia del ’80. Al morir el dueño de la casa, la propiedad pasa a manos de su esposa, luego a los hijos, después al personal de servicio y finalmente queda deshabitada y se vende para su demolición. Una casa que en Cortázar cobija a dos hermanos que viven tranquilamente hasta que son molestados por unos “ruidos sordos” que terminan por desalojar a los dueños. Una casa que en Cabecita negra de Germán Rozenmacher es el producto del duro trabajo y las tratativas de un hijo de inmigrantes, quien, víctima de la confusión de dos hermanos, los invita a su casa como un recurso de protección, de defensa, ante sus ataques y sus reclamos. De esta manera, la voz de la literatura se alza para nombrar un proceso de cambio en la propiedad de la casa.
Al unísono, la voz de la historia registra este proceso de cambio en la casa de los argentinos. Tempranamente, desde 1950 Gino Germani innaugura la línea de investigación ortodoxa o tradicional sobre el surgimiento del peronismo, y señala a los sectores obreros urbanos como núcleo central de este movimiento, tanto en términos cuantitativos como por su rol dinámico. En las elecciones de 1946 el peronismo obtiene un apoyo masivo de los obreros; a esto se puede sumar cierta contribución de empleados de oficina y vendedores menores, y también componentes de estratos pobres de clases bajas de comunidades pequeñas. Este proletariado urbano se conformaba, principalmente, de migrantes internos de distancias largas que entre 1935 y 1946 se desplazaron como consecuencia de la crisis del ’30, del derrumbe de la economía agroexportadora y de la protección para la industria nacional.
Años después, Tulio Halperín Donghi alza su voz en oposición con Germani, poniendo en duda el análisis excesivamente panorámico de éste con respecto a los migrantes internos y considerando insuficientes sus datos. La oposición propuesta entre migrantes internos e inmigrantes no tiene, para Halperín, un valor explicativo tan amplio como el que Germani le asigna, quien, además, desconoce el eclecticismo de la sociedad argentina anterior a la década del ’30.
En 1989 Emilio de Ipola plantea el fenómeno del surgimiento del peronismo dentro del marco de una disyuntiva: surge como “ruptura”, como innovación o, por el contrario, es el resultado de un proceso que establece lazos de continuidad histórica con los hechos del pasado. Para dar respuesta a este interrogante analiza, en primer lugar, a Jorge Abelardo Ramos, del que toma el concepto de “formas anómalas de participación y acción”, traducidas en hechos como la instauración de un régimen político autoritario subordinado a un caudillo carismático. Luego Ipola hace escuchar la interesante voz de Torcuato Di Tella, cuyo análisis se enmarca dentro del populismo latinoamericano y representa un testimonio valioso en el sentido de relativizar la tesis principal de “innovación política”, dando lugar al reconocimiento de ciertos lazos de continuidad entre ese movimiento político y la historia que lo precedió. Di Tella concluye que el peronismo modifica en forma sustantiva las modalidades de acción y de conducción, amplía el derecho a la ciudadanía política con medidas básicas de justicia social y de equidad jurídica, pero en lo fundamental no enfrenta a los valores básicos del orden establecido como no sea de manera tangencial, y no cuestiona realmente la cultura oficial recibida de los regímenes precedentes.
Emilio de Ipola incorpora el especial protagonismo y la voz del discurso de Murmis y Portantiero quienes discrepan con la subestimación de Germani sobre el movimiento obrero organizado, previo al surgimiento del peronismo, viendo a éste como una nueva clase obrera carente de experiencia sindical. Enfrentándose a Ramos, caracterizan al peronismo no como un régimen autoritario basado en la relación vertical entre un líder carismático y una nueva clase obrera sino como producto de una alianza, garantizada por el Estado, entre un sector de las clases propietarias y la clase obrera. Este enfoque representa una neta ruptura con propuestas anteriores dado que tiende a llamar la atención sobre ciertos rasgos de continuidad apoyados en aspectos laborales y sindicales, inscribiendo al peronismo en el interior de una secuencia histórica que limita, sin anular, la novedad del fenómeno y amplía el recorte temporal para la comprensión del mismo por lo menos una década hacia el pasado.
Finalmente, Ipola trae a colación las propuestas que formula Ernesto Laclau en 1978 desde el punto de vista ideológico, quien pone el foco de la cuestión en el concepto de “populismo”, como llaman Germani y sus seguidores a movimientos nacionales y populares. Lo define como un fenómeno de naturaleza ideológica que puede estar presente en el seno de movimientos de muy distinta base social, de diferentes orientaciones políticas y en diferentes momentos históricos. De esta manera, la teoría de Laclau se sitúa en el estratégico lugar de los procesos de constitución y eventualmente de disgregación de las identidades políticas. Hasta la década del ’30 el predominio político de la oligarquía se manifestaba a la vez en la unidad que caracterizaba el discurso ideológico dominante sumado a una ideología nacionalista de derecha y finalmente en el economicismo y reduccionismo clasista de las ideologías obreras. Desde el ’30 y hasta los primeros años de la década del ’40 se producen cambios como antagonismos entre la oligarquía tradicional y los sectores industriales en proceso de constitución, golpes de Estado y parodia electoral que conducen a la instalación de regímenes fraudulentos que excluyen del acceso al poder político a las capas medias. Frente a esto Laclau afirma que el peronismo supo rescatar y articular estos elementos dispersos en el espacio ideológico; con esto refuerza la hipótesis que desarrolla Ipola sobre los rasgos de continuidad existentes entre el peronismo y su pasado, esta vez en el plano de lo ideológico, dado que, este autor, luego de revisar estas vertientes de investigación, cada una paradigmática de otras muchas en su orientación, concluye resaltando el progresivo predominio de los rasgos que marcan la relativa continuidad histórica del peronismo con respecto al período que lo precedió, en franca confrontación con las teorías que destacan el carácter de “ruptura” del fenómeno. No obstante, ninguna de las interpretaciones examinadas desconoce la especificidad del peronismo ni pierde de vista la distinción entre el fenómeno a elucidar y el corte cronológico que es necesario realizar para tal elucidación.
Llegado a este punto corresponde hacer un alto para escuchar nuevamente el discurso literario de Mujica Láinez, Cortázar y Rozenmacher a la luz de los artículos señalados. El diálogo entre literatos e historiadores habla de un cambio. Un cambio que tiene que ver con una nueva distribución de la población sobre el territorio nacional argentino, un cambio en la configuración de las clases sociales, con una nueva conciencia de clase gestándose en un creciente proletariado urbano, una incorporación de una gran masa, ya sea inmigrante o migrante interna, a un proceso de modernización que, si se lo compara con otros, está notablemente demorado; una polémica relación entre esta nueva clase y el movimiento gremial, y por si esto fuera poco, una polémica relación entre estos dos elementos y el líder carismático. No menos importante es la relación que todo este movimiento guarda con las élites dominantes anteriores y sus propios resquebrajamientos y pérdidas de legitimidad política. Además, el surgimiento de un nuevo tipo, diferente de todos los demás, dado que el “cabecita negra” no es el provinciano en su provincia sino el provinciano en el cinturón industrial que rodea la Capital Federal
Mujica Láinez inscribe su novela en la narrativa fantástica y desde ese lugar no sólo describe la decadencia de la oligarquía argentina sino que pone en ella toda la responsabilidad del proceso de expoliación, vaciamiento, deterioro y final derrumbe de “la casa”. La frivolidad, el desapego y la soberbia de los hijos herederos los llevaba a vivir encerrados en una realidad que consideraban inamovible, eterna, y que ni siquiera conocían demasiado bien. Por esta causa, la casa quedó en manos de personas interesadas por la posesión, pero estaban lejos del interés por el mantenimiento y menos aún, por las mejoras de la casa.
Julio Cortázar, en cambio, aunque pinta un panorama similar en lo que concierne a estracción social de los dueños de la casa, ubica el foco de la cuestión en “los ruidos”. Es verdad que los hermanos llevaban una vida tranquila, segura, sin sobresaltos, sólo preocupada por mantener la casa en condiciones. No obstante, los hermanos sabían de dónde venía el mantenimiento de la casa y eso era parte de la seguridad con la que vivían. Los ruidos sordos, (los rumores sordos de Mujica Láinez) ¿quiénes son? Para Mujica Láinez son “semillas revolucionarias, o plagas remotas de origen desconocido, que tal vez asolaran a las poblaciones distantes y acaso … pudieran avanzar sobre la capital, sobre la casa gloriosa” Aquí quizás se podría identificar a los inmigrantes y a los migrantes internos de Germani, en cambio es más difícil determinar quiénes son los ruidos de Cortázar. Resulta claro que estos ruidos son muy poderosos. Los artículos consultados consideran los autoritarismos generados en nuevas formas particulares de participación y de relación entre una masa y su líder. Cabe preguntarse si son éstos los ruidos de Cortázar. La respuesta es “no”. Su lectura social coincide con el análisis de Torcuato Di Tella: detrás de toda esta gran masa, de todos estos “pobres diablos” hay una élite que viene ganando posiciones políticas, autoritarista sí, militar, que sabe valerse oportunamente de líderes que encabezan movimientos políticos, una élite asociada a movimientos nazi-fascistas dentro del país, a la cual no estuvo ajeno Perón. Además, ya se ha mencionado que los hermanos se van, pero se van tranquilos. Di Tella lo explica muy bien: el peronismo modifica en forma sustantiva las modalidades de acción y de conducción, amplía el derecho a la ciudadanía política con medidas básicas de justicia social y de equidad jurídica, pero en lo fundamental no enfrenta a los valores básicos del orden establecido.
Rozenmacher, en cambio, enfoca el problema desde la óptica del hijo de un inmigrante. Lanari, el personaje central, tuvo que construir una casa, consolidar una posición, y le resulta insoportable la idea de que los cabecitas negras pongan en peligro esa posición: hay que sacarlos con las fuerzas públicas, aunque con esto contribuya a la consolidación de fuerzas no democráticas dentro del poder político, como efectivamente sucedió. Mujica Láinez y Cortázar escribieron sus obras en pleno peronismo, en cambio la obra de Rozenmacher se publica en la década del ’60. Los tres autores hicieron su evaluación del proceso político y social y la plasmaron en su obra. Esto iría a formar parte del capital cultural que formaría el identitario nacional argentino de mediados del siglo XX.
El estudio original que dio origen a este trabajo considera el cuento “La fiesta del monstruo” de Borges y Bioy Casares y el diálogo que se establece entre éste y los conceptos de Federico Neiburg relativos a la construcción de identidades nacionales; además, toma la voz de Mariano Plotkin referente al proceso de redefinición del 17 de octubre que hizo el régimen peronista entre los años 1945 y 1951 para adaptarlo al imaginario político que estaba generando. Este cuento, a su vez, sostiene un diálogo intertextual, entre otros con “Las puertas del cielo” y “Bestiario” de Cortázar con el objetivo de intentar determinar quienes son “los ruidos sordos” que desalojan a los dueños de la casa tomada. Por razones de extensión no se desarrollará en este evento toda esa segunda parte. No obstante, deseo mencionar que se han tomado los estudios que Alain Rouquié, Robert Potash y Federico Finchelstein realizan respecto de los autoritarismos y el poder militar en la Argentina, dentro del contexto internacional para intentar responder a la pregunta: ¿Cuál fue la amenaza que Cortázar ( y no sólo él) dejó ver en sus metáforas? Con un lenguaje opaco, hermético, simbólico; en un texto fantástico, adecuado a las circunstancias político-sociales que se vivían, Cortázar advierte sobre el peligro que estos autoritarismos representan, y no sólo para los argentinos. Su aporte al imaginario social consistió en señalar que el peligro no estaba en los Lanaris ni en los cabecitas negras, ellos eran los pobres ladrones, las hormigas del formicario de “Bestiario”, los monstruos del Santa Fe Palace de “Las puertas del cielo”; y los regímenes autoritarios eran los ruidos sordos que tomaban la casa, eran la fiera que podía controlar, matar; e incluso eran la fiera que alguien podía utilizar para eliminar a quien se opusiera a sus objetivos o a sus intereses.
Volvamos al diálogo. ¿Cómo se desarrolla el diálogo entre la literatura y su contexto político social de emergencia? La voz de Cortázar se alza silenciosa … silenciada. Cobijada en la opacidad de un lenguaje no accesible a cualquier lector. ¿Cómo es el diálogo que mantiene la literatura con la historia? En parte, es un diálogo coincidente en el tiempo: los inmigrantes y migrantes de Germani con la servidumbre y sus relaciones en Mujica Láinez. Pero en mayor medida es un diálogo distante, dilatado en el tiempo, por cuanto algunas voces literarias que se alzaron alrededor de los ’50 encontraron la interlocución con los historiadores dos, tres o cuatro décadas después. Una vez más se puede comprobar que ell contexto de mediados de siglo XX pudo silenciar con mayor eficacia la voz de la historia que la voz de la literatura; por esta causa, cada vez más la historiografía actual se inclina por las fuentes “no convencionales” o “poco convencionales” si no como prueba contundente de fundamentación histórica, sí como indicios a seguir para incursionar en nuevas líneas de investigación.
BIBLIOGRAFÍA
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Cortázar, J. “Casa Tomada” en Bestiario, Buenos Aires, Sudamericana, 1971.
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Potash, Robert A., El ejército y la política en la Argentina 1928 – 1945. De Irigoyen a Perón, Bs. As., Ed. Sudamericana, 1994 (décimoquinta edición).
Riquelme, Sara Eliana, Metáfora e imaginario social en la literatura argentina, obra inédita, Registro Dirección Nacional del Derecho de Autor N° 247755, Abril 2003.
Rouquié, Alain, Poder militar y sociedad política en la Argentina, Tomos I y II, Buenos Aires, Emecé editores, 1994.
Rozenmacher, Germán, “Cabecita negra” cuento que da nombre al libro Cabecita negra, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1967.
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Esta exposición se relaciona con los temas desarrollados en el libro METÁFORA E IMAGINARIO SOCIAL EN LA LITERATURA ARGENTINA, Buenos Aires, Dunken, 2004.
Un placer haber disfrutado de este estudio tan elaborado y documentado.
Te lo agradezco muchísimo.
Es un trabajo muy interesante y de gran claridad. Volveré sobre él cuando lea un par de cuentos que desconozco, como el de Rozenmacher y La Fiesta del Monstruo.
El fenómeno del peronismo, difícil entenderlo para quienes no somos argentinos o no hemos vvivido en Argentina en la época en que se desarrolló con esas características, las primeras leyes relativas a los derechos de los trabajadores. No hace mucho un documental sobre arquitectura de la época explicaba precisamente el desarrollo de barrios obreros durante el primer gobierno del general Perón. Barrios jardines con chalets al estilo norteamericano. Al decir de Eva Perón, para que los humildes tuvieran la casa con la que soñaban, las que veían en las películas de aquel entonces, Fue esa visión la que generó el diseño, precisamente. Barrio Ciudad Evita, con una planta arquitectónica que reproducía el retrato de Eva Perón, Barrio Simón Bolívar, con características de diseño en altura.
Mención aparte para Mujica Láinez, uno de mis preferidos. El preciosismo y la riqueza de su escritura son impresionantes. Me produce un inmenso placer leer sus obras.
Comparto el gusto por Mujica Láinez, no sé si has leído LA CASA, pero es altamente recomendable.
Nadie puede negar la obra que el gobierno de Perón hizo por los más humildes. Entre la gente ya mayor es muy frecuente escucharlós hablar de él y de Eva como sus benefactores. Dieron a los trabajadores lo que jamás habían tenido; eso no se puede negar. Tampoco se puede negar el protagonismo que el partido tiene desde el punto de vista político y social. Por más que se diga que ya no es el mismo, que es otro peronismo que nada tiene que ver con aquél … es el de mayor legitimidad política en el sentido de que es el que consenso social tiene. (Es mi opinión, obviamente)
Pero no es ningún secreto que tanto Yrigoyen como Perón tuvieron que negociar con las élites para llegar a ocupar el lugar que ocuparon. Por lo tanto, en el caso de Perón que es lo que trata la ponencia, los cambios realizados en el país no pasaron de reproducir lo que estaba ocurriendo en occidente, con el estado de bienestar.
En fin … es un tema muy interesante, espinoso, sobre el que aún hay mucho que investigar.
Gracias por pasar por este rincón.
Eli, sumamente interesante este trabajo, volveré para leerlo de nuevo. De M. Lainez no puedo decir mucho porque apenas lo he leído. Respecto de Cortázar sí está clara su visión del peronismo. Interesante la lectura de «casa tomada», eso de sordos ruidos oir se dejan jaja. Otro texto que refleja la situación política es «Omnibus», pero ahí ya estaríamos hablando del movimiento y no de la casa precisamente, de hecho la constante mención al «conductor» es una clara metáfora de Perón.
Significativo lo de Di Tella, esa salvedad que hace respecto del peronismo «en lo fundamental no enfrenta a los valores básicos del orden establecido». Clarito.
Ya volveré con más tiempo, este trabajo no se agota en una sola lectura.
Un abrazo, néstor
NÉSTOR, gracias por tu lectura y por tus interesantes comentarios, que no son sólo eso sino que representan el aporte de alguien que no sólo conoce al dedillo la historia argentina sino también la literatura, en este caso, la de Cortázar.
Siempre consideré que Cortázar era un intelectual demasiado inteligente para creer que una masa de trabajadores, pobres migrantes internos que llegaban en los trenes al conurbano bonaerense, habían sido el motivo del derrumbe de «la casa», o los generadores de la inestabilidad que luego daría lugar al golpe de estado del 55. Hay gente a la que le gusta decir que eso fue así, y hay dos opciones: o no se lo creen ni ellos, o tienen el corpiño puesto arriba de los ojos. Todo es parte de nuestra larga tradición en alternar períodos democráticos y de golpes.
Excelente tu observación sobre los sordos ruidos y Omnibus, increíble la capacidad de Cortázar para trabajar el género fantástico con elementos de la más cruda realidad.
Es un lujo tu visita. Tus comentarios, el sueño de todo aquél que publica algo. Un abrazo, eli