Posiblemente habría muerto en andas de la lluvia
delante de ellos, dándole un corte de manga
a quienes perseguían su pindonga truculenta
en los espejos diurnos de la noche.
Bueno, a pesar de todo, no intentó quedarse
en los salones gallineros para oírlos;
pero, aun así, sus sentidos miniaron el silencio;
los oyó en su versión de alas, de altura en verso libre;
en insondable salto de palabra exacta, pura y flexible;
en sabia cólera e insufrible vértigo de ascenso y gloria
con su cascada pértiga.
Puedo verla llegar, a gritos de alma,
para una solitaria fiesta de tristeza;
yendo, de abajo a arriba, en el secreto abierto
del árbol del dolor, contra los pájaros
migrantes de la noche, en aproximaciones mínimas,
para entender los últimos fracasos del día
en un informe puro de tinieblas.
No se puede leer a Alemandra Pizarnik sin sentir que su verso a uno lo atraviesa de lado a lado, para instalarse en un lugar escondido en la conciencia. Tenía la facultad de ver en la oscuridad y escuchar en el silencio. Y eso es demasiado. Felicitaciones por el homenaje, y gracias por prestármelo para este lugar.
Coincido plenamente con vos en tus conceptos: en la envidia (sana!) por esa inspiración que vuelve a atravesar de lado a lado la esencia de Pizarnik, por lo cual agradezco tu generosidad de compartir con nosotros este poema de Fishcake, (quien ya sabe que lo leo y admiro!), en ese desgarro que provoca internamente Alejandra con sus producciones literarias (que son más que poema, más que prosa, crónicas de su sangre derramadas en letras precisas) y con lo justo de ese homenaje.
Abrazo a ambos.