«Caricias» de Eduardo Talero

 

                                      A Carlos Arturo Torres

 

 

Cuando surjan en el cielo las auroras sonrosadas

con desorden de matices en sus vívidos cejales

es que salen de la orgía con los astros, embriagadas

con bebidas luminosas derramadas en sus trajes.

 

Nacido en Rosario , Provincia de Santa Fe, Argentina, el 27 de Enero de 1944.
Cuadro de Vicente Callaci, pintor argentino nacido en Rosario , Provincia de Santa Fe, Argentina, el 27 de Enero de 1944.

 

 

Desgreñadas en el aire galopando van las Nubes

a sus citas amorosas en incógnitas regiones,

con los Rayos ardorosos: ¡los satánicos querubes!

que las aman con tormentas, con eléctricas pasiones.

 

En la Noche la caricia deja huellas de su imperio

porque todas las estrellas son caricias en derroche:

florescencia de los besos congelados que el Misterio

ha posado suavemente en el rostro de la Noche.

 

El silencio también ama. Cauteloso, con pie breve.

Busca amores clandestinos en el alma de las cosas.

Y en las ruinas, y en las rocas, y en la solitaria Nieve

riega gérmenes extraños de existencias misteriosas.

 

Las caricias del océano son más férvidas y locas;

¡hay cantáridas salobres en los besos de los mares!

Sus espumas destrozadas contra el filo de las rocas

son de vírgenes violadas, blancos tules y zahares.

 

El deleite de los bosques lujuriosos, estremece

las melenas centenarias de los árboles soberbios,

y su aliento de caricia que en las ráfagas se mece

crispa fibras y raíces como músculos y nervios.

 

Cuando el césped amanece tras las noches estivales

purpurado con la sangre de los pétalos caídos,

esas manchas son las huellas de caricias pasionales

y de excesos de los Vientos con las Rosas cometidos.

 

Los gentiles trovadores de los nidos, con sus alas

se acarician y se abrazan y se punzan los deseos,

y en las notas cristalinas de sus rítmicas escalas

con románticos arrullos mezclan lúbricos gorjeos.

 

 

 

¡Oh qué intensa y soberana la caricia en los cubiles!

¡Oh qué augustas son las fieras con sus ímpetus de fuego!

Cuando el roce  de sus pieles temblorosas y febriles

da a las garras la blandura de la súplica y el ruego.

 

Como todo lo que existe, desde el átomo hasta el astro

la mujer acariciada tiene dulces atracciones,

y el cordaje de sus nervios en sus curvas de alabastro

es ebúrneo clavicordio de frenéticas pasiones.