De Domuyo |
Dicen que en sus ensueños de delito
el anarquista Satanás quisiera
ver sobre el ataúd del infinito
hecha cadáver la creación entera;
Y en ese funeral horripilante,
velado por glacial melancolía,
trémulo, como cirio agonizante,
el sol con luz amarillenta y fría.
Y sobre aquél cadáver, inclinado,
puesta la mano en la angustiada frente,
con la infinita sombra ya enlutado
¡sollozando el Creador Omnipotente!
Que formaran los cantos funerales
del viento melancólicos suspiros
y que brotaran formas sepulcrales
para danzar en caprichosos giros.
Lívido el mar, inanimado y yerto
en ataúd de rocas sepultado,
como por losa funeral cubierto
con su rígido dorso congelado.
A la tierra, –sepulcro derruido-
la humanidad rodando macilenta,
con su orgulloso corazón herido
y su mortaja, de rencor sangrienta.
Y que los astros que en la noche giren
parezcan ser pupilas del misterio,
o fuegos fatuos que pavor inspiren
en aquel infinito cementerio.
Ecos de tempestades funerarias
en alas de las brisas gemidoras.
Y enlutadas –en tumbas solitarias-
con harapos de noche, las auroras.
Y después … qué furiosas convulsiones
agiten la materia disgregada,
y qué trombas inmensas de pasiones
¡la arrojen en el seno de la nada!
Valparaíso, 1897.
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